La experiencia de Dios

La experiencia de Dios

MAGADALENA DE PAZZI 2

En medio de su éxtasis hablaba con un ser invisible, y abrazando su crucifijo, con rostro brillante exclamaba: "Oh Jesús mío: concédeme palabras eficaces para convencer al mundo de que tu amor es grande y verdadero y que nuestro egoísmo es engañoso y tramposo".Y en sus conversaciones buscaba siempre almas que quisieran dedicar su vida entera a amar a Jesucristo y ofrecer por El todos los sufrimientos de cada día y de cada hora, con todo el amor de su espíritu.Le aparecieron en sus manos y en pies los estigmas o heridas de Cristo Crucificado. Le producían dolores muy intensos, pero ella se entusiasmaba al poder sufrir más y más por hacer que Cristo fuera más amado y más obedecido y por obtener que más almas se salvarán.Tres religiosas, encargadas por el director espiritual escribían lo que ella iba diciendo, especialmente las revelaciones que recibía durante su éxtasis. Y de todo esto salió el libro titulado "Contemplaciones", que llegó a ser un verdadero tratado de teología mística. San Alfonso de Ligorio apreciaba inmensamente este libro y en sus obras lo cita muchísimas veces.Martirizada en su cuerpo por heridas dolorosísimas, cuando los dolores se volvían insoportables, ella pedía valor al Señor diciéndole: "Ya que me has dado el dolor, concédeme también el valor". Y recibía fuerzas sobrenaturales para seguir sufriendo sin impacientarse ni quejarse.Además de los dolores físicos le llegó lo que los santos llaman "La noche oscura del alma". Una cantidad impresionante de tentaciones impuras. Sentimientos de tristeza y desgano espiritual. Falta de confianza y de alegría. Sufría de violentos dolores de cabeza y se paralizaba frecuentemente. La piel se le volvía tan sensible que el más leve contacto le producía una verdadera tortura. Pero en medio de tantos suplicios seguía repitiendo: "Ni sanar ni morir, sino vivir para sufrir".Veía el futuro y leía los pensamientos. A Alejandro de Médicis le dijo que un día sería Sumo Pontífice pero que duraría poco en el cargo, y así sucedió. Se bilocaba, o sea se aparecía a gentes que estaban muy distantes y les llevaba mensajes. Curó varios enfermos. Los viernes sufría varios de los dolores que Cristo padeció el Viernes Santo. Y repetía siempre: "Señor: ¡hágase tu santa voluntad!".El 25 de mayo del año 1607, al morir quedó bella y sonrosada. Tenía apenas 41 años. Su cuerpo se conserva todavía incorrupto en el convento carmelita de Florencia donde pasó su vida

MAGDALENA DE PAZZI 1



Nació en Florencia, Italia, en el año 1556, de la familia Pazzi que dio a la nación famosos políticos y militares y a la Iglesia Católica una de sus más grandes santas. Su padre era gobernador y la internó desde muy pequeña en un convento de monjas. Allí se encariñó grandemente con las prácticas de piedad y con la vida de retiro y espiritualidad.Era muy hermosa y de muy amable trato, y su familia la quería casar con alguno de la alta clase social, pero la jovencita demostraba tan grande inclinación a la vida religiosa que tuvieron que permitirle que se fuera a un convento.Escogió el convento de las Carmelitas porque allá le permitían comulgar con frecuencia. Hizo sus tres votos o juramentos de pobreza, castidad y obediencia antes que las demás novicias, porque le llegó una grave enfermedad que la llevó casi a las puertas de la muerte.Una frase que le impresionó mucho fue aquella de San Pablo que le dijo el sacerdote el día en que le colocó el crucifijo que llevan las religiosas: "A mí líbreme Dios de gloriarme en cualquier otra cosa que no sea la cruz de Jesucristo". Desde ese día se llenó de un inmenso deseo de sufrir por amor a Jesús.Cuando la transportaban a la enfermería después de hacer sus tres votos, Magdalena tuvo su primer éxtasis que le duró más de una hora. Su rostro apareció ardiente, y deshecha en lágrimas sollozaba y repetía: "Oh amor de Dios que no eres conocido ni amado: ¡cuán ofendido estás!". En los siguientes cuarenta días tuvo inmensas consolaciones espirituales y recibió gracias extraordinarias.Los especialistas dicen que cuando un alma se consagra totalmente al servicio de Dios, el Señor le concede al principio muy agradables consolaciones espirituales, a fin de prepararle para los grandes sufrimientos y las terribles pruebas que vendrán después. Luego les llegan días de tinieblas interiores para acabar con todo rastro de egoísmo y llenar el alma de humildad y para convencerse de la gran necesidad que tienen de la ayuda de Dios. Así le sucedió a nuestra santa.Dios le mostró las inmensas ventajas que consiguen para su alma y para la santificación de otras personas, quienes sufren con paciencia. Y desde entonces fue creciendo sin cesar su deseo de sufrir por Cristo y por la conversión de los pecadores. A una religiosa que le preguntaba cómo podía soportar sus dolores sin proferir ni una sola palabra de impaciencia, le respondió: "Pensando y meditando en los sufrimientos que Jesucristo padeció en su santísima Pasión y muerte. Quien mira las heridas de Jesús crucificado y medita en sus dolores, adquiere un gran valor para sufrir sin impacientarse y todo por amor a Dios".Santa María Magdalena de Pazzi escogió un lema o programa de vida que se ha hecho famoso. Decía así: "No morir, sino sufrir". "Ni morir ni curar, sino vivir para sufrir". Y repetía "Oh, si la gente supiera cuán grandes son los premios que se ganan sufriendo por amor a Jesucristo, todos aceptarían con verdadero gozo sus sufrimientos, por grandes que sean".

EL CASTILLO INTERIOR SEGÚN TERESA

Primer grado místico: oración de quietud y embriaguez espiritual
El primer grado, como antes se dijo, está ya en las cuartas moradas teresianas, donde aparece una original inflexión, precisamente el nivel místico llamado de “simple unión”, donde la voluntad queda cautivada por el contento que Dios le otorga, de modo que con frecuencia las demás potencias interiores también se recogen en ese gozo, pero no se suspenden y, por eso, a veces la distraen de su quietud.
“Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que está su Majestad tan cerca de ella, que ya no ha menester enviarle mensaje­ros, sino hablar ella mesma con Él, y no a voces, porque está ya tan cerca, que en meneando los labios la entiende... Y que entendamos aquí que nos entiende y lo que hace su presencia, y que quiere particularmente comenzar a obrar en el alma, en la gran satisfacción interior y exterior que le da… No ve al buen Maestro que la enseña, aunque entiende claro que está con ella”[5].
No hay, pues, en este alto grado verdadera suspensión de las potencias interiores, ni ve el alma al Maestro que la enseña, pero empieza con un recogimiento preparatorio. A este grado se le llama oración de quie­tud[6], que toma a veces la forma de embriaguez espiritual[7], o de sueño es­piritual o de silencio espiritual[8]. Nótese que la embriaguez espiritual no se halla en grado diverso de la quietud, aunque arrastre cierta enajenación de sentidos y sea considerada supe­rior.

Por su parte, el recogimiento infuso o pasivo es una concentración de las potencias hacia el interior, apartándose de todos los objetos de fuera, producido por Dios de manera repentina y suave, sin haberlo procu­rado el alma con su esfuerzo. Este recogimiento es el preludio o la incoación de la oración de quietud. (En otra página se indicará el fenómeno correspondiente en Sor Mónica).
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Segundo grado místico: unión de arrobamiento y desposorio espiritual

El segundo grado, un nivel más alto –analizado por Santa Teresa en las moradas quintas–, encierra la esencia misma de la con­templación: incluye el profundo senti­miento de una presencia divina directamente experimentada, y la suspensión de las potencias internas, totalmente ocupadas en el objeto divino sin distracción alguna. De aquí el llamarse unión este grado místico, y, con más propiedad aún, unión de todas las potencias: se diferencia así  del grado precedente u oración de quietud, en el cual la unión pasiva es incom­pleta o sólo in­coada. Y por ser tan íntima y secreta la mencionada unión, que no puede caber en ella engaño de la fantasía o del demonio, queda el alma certísima de haber recibido esta amorosa visita del Señor, constituyendo semejante certidumbre otro de los caracteres de este nivel.

Esta unión mística o pasiva puede culminar, dentro de su propio grado, en unión de arrobamiento –analizada por Santa Teresa en las moradas sextas–, donde existe una mayor intensidad o energía que las potencias ponen para adherirse al objeto contemplado, la cual trae consigo enajenación o pérdida procesual de los sentidos exteriores en el acto mismo de la unión de arrobamiento, y en mayor estabilidad del alma en el servicio divino.

Ambas formas de unión son establecidas por San Juan de la Cruz en un mismo grado, bajo el nombre de unión o desposorio espiritual[9], y Santa Teresa la describe en su Vida con el nombre de la cuarta agua. Y aunque la Santa distinga muy clara y determinadamente la unión simple de la unión de arrobamiento, no encuentra dife­rencia notable entre ambas, sino en sus afectos y provechos, pero estas diferencias de intensidad no bastan para establecer diversidad esencial de grados.
Ahora bien, no a todas las almas que están en este grado se les comunica la misma medida de conocimiento y de sentimiento, aunque siempre se hallen “en estado de desposorio espiritual”[10], Y como las diferencias son de intensidad, no constituyen –como acabo de decir– una diversidad esencial de grado.

La “unión simple” se da, en este segundo grado, acompañada, primero, por un íntimo sentimiento de la presencia divina o afecto producido por las visitas que Dios hace al alma; segundo, por la suspensión de las potencias interiores, en cierta manera perdidas o dormidas; tercero, por la certeza que tiene el alma de haber recibido esta merced de Dios.
El tiempo que dura el acto de “unión de arrobamiento” suele ser muy breve al principio, para permanecer por un espacio de media hora en los momentos más avanzados; pero nunca pasa a constituir verdadero hábito, o un acto continuo, ni siquiera en el llamado “matrimonio espiritual”.
 “Ve el alma y gusta en esta divina unión abundancia y riquezas inestima­bles, y halla todo el descanso y recreación que ella desea, y entiende secretos e inteligencias de Dios extrañas, que es otro manjar de los que me­jor le saben, y siente en Dios un terrible poder y fuerza que todo otro poder y fuerza priva, y gusta allí admirable suavidad y deleite de espíritu... y sobre todo entiende y goza de inestimable refección de amor, que la confirma en amor”[11].
Así pues, cuando la unión, antes simple, es tan intensa que produce la enajenación o suspensión de los sentidos se llama arrobamiento. Dice Santa Teresa:
“La diferencia que hay del arro­bamiento a la unión es ésta: que dura más, y siéntese más en esto exterior, porque se va acor­tando el huelgo, de manera que no se puede ha­blar, ni los ojos abrir, y aunque esto mismo se hace en la unión, es acá con mayor fuerza, por­que el calor natural se va no sé yo adonde, que cuando es grande el arrobamiento (que en todas estas maneras de oración hay más o menos), cuan­do es grande, como digo, quedan las manos hela­das y algunas veces extendidas como unos palos; y el cuerpo, si le toma en pie, así se queda, o de rodillas, y es tanto lo que se emplea en el gozo de lo que el Señor le representa, que parece se le olvida al alma de animar en el cuerpo y le deja desamparado”[12].

Por las palabras de la Santa puede deducirse que la di­ferencia entre unión simple y unión de arrobamiento no es, repito, radical o esencial, pues estriba en la energía o intensidad desarrollada, siendo la causa inmediata del arrebato la absorción de la fuerza vital humana por parte de las potencias superio­res, para adherirse más intensamente al objeto divino de su amor.
Santa Teresa advirtió reiteradamente que las señales de esta unión de arrobamiento no pueden confundirse con los letar­gos –actualmente llamados catalepsia, histeris­mo, sonambulismo o hipnotismo, que suelen ser desequilibrios nerviosos–.  Los efectos que en el alma deja la unión de verdadero arrobamiento sobrenatural van desde la mayor ilustración del entendimiento sobre las verdades de la fe, y el mayor conocimiento que adquiere el alma de sí misma, a los sentimientos de paz, de confianza y de entregamiento a Dios. Decía Santa Teresa:
“No es como a quien toma un desmayo o paroxismo, que ninguna cosa in­terior ni exterior entiende. Lo que yo en­tiendo en este caso es que el alma nunca estuvo tan despierta para las cosas de Dios, ni con tan gran luz y conocimiento de su Majestad. Parecerá imposible, porque si las potencias están absortas, que podemos decir que están muertas, y los sen­tidos lo mismo, ¿cómo se puede entender que en­tiende ese secreto? Yo no lo sé, ni

ORACION DE QUIETUD

 La oración de quietud no es el estado de reposo o descanso que el alma tiene en toda contemplación normal, sino un estado en que el intelecto abandona los trabajos del discurso poniendo la vista en la verdad que se le ofrece, y la voluntad se aquieta en el objeto de su atracción, que es Dios. Por un lado, pues, la vo­luntad queda cautivada por Dios; mas de otro lado, las demás potencias quedan libres y a veces frenadas en su activi­dad natural, por ejemplo, la imaginación anda estorbando, pero sin descansar en sus afanes, aunque a veces la oración va acompañada de una dulce suavidad. Esta oración de quietud puede venir por pocos minutos, o se interrumpe por mucho tiempo; por donde el alma entiende que esta dulzura espiritual es pura gracia de la bondad divina y no fruto de diligencia humana.

 La oración de quietud puede tomar la forma de embriaguez espiritual, en la que el gozo espiritual se desborda con tal vehemencia hacia los sentidos interiores y las potencias superiores, que el alma prorrumpe en voces y exclamaciones. Esto se realiza también en la “cuarta morada”, que coincide con la “tercera agua” que indica Santa Teresa en su Vida: “Háblanse aquí muchas palabras en alabanza de Dios sin concierto, si el mesmo Señor no las con­cierta; al menos el entendimiento no vale aquí nada... Toda ella querría fuese lenguas para ala­bar al Señor. Dice mil desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene ansí. Yo sé de persona que, con no ser poeta, le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas, declarando su pena... ¿Qué se le pondrá entonces delante de tormentos que no le fuese sabroso pasarlos por su Señor?” (Santa Teresa de Jesús, Libro de su vida, cap. 16, nn. 3 y 4). Estamos ante una incoación mística de la contemplación.
 El sueño espiritual es también una desactivación de las potencias interiores sensitivas, mientras las racionales se ocupan intensamente en Dios, aunque sin llegar a la suspensión estricta. Este sueño de las potencias no es todavía arrobamiento ni unión.

 De manera análoga se comporta el si­lencio espiritual, que es una ausencia de todo discurso, de modo que las potencias no se ocupan en sus objetos propios y naturales. Dice Santa Teresa: “Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden, ni entienden cómo obran... No me pare­ce que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios... Es un glorioso desati­no, una celestial locura, adonde se desprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma”. (Santa Teresa de Jesús, Libro de su vida, cap. 16, n. 1).

MARÍA DE JESÚS CRUCIFICADO (2)




Los estigmas le fueron concedidos cuando estaba como postulante en el Convento de San José en Mayo del año 1867. El Padre Lazare, Carmelita y su director en Mengalore, examinó los estigmas. De su reporte sacamos lo siguiente: “Las manos estaban inflamadas en la parte de las palmas y las heridas estaban abiertas, alrededor de las heridas había sangre coagulada, ya que la herida comenzaba a abrirse días antes… lo mismo sucedía en los pies”. Nos cuenta la Maestra de Novicias del Carmelo de Belén respecto a este fenómeno, en el año 1876: “Estaba quejándose y temblando en lo profundo de su cuerpo, partía el corazón verla de esta manera, usualmente repetía estas palabras: “¡Mi Dios, no me abandones, mi Dios ofrezco todo esto por Ti! ¡Perdón, mi Dios, perdón! A las 2.15 comenzaba la dolorosa agonía… después de las 3.15 hablaba nuevamente: “¡Ten piedad de mí, llámame hoy, llámame así puedo dejar esta tierra!

Como su Madre Santa Teresa recibió el don de la transverberación del corazón, estando un día con las Hermanas en oración entró en éxtasis y de repente llevó sus manos al corazón, como si la hubieran herido. Continuamente a partir de este momento colocaba paños en su corazón sangrante para evitar que la vieran, en algunos de ellos se imprimió la cruz y las letras O.J.S. que quizás signifiquen “Oh Jesús Salvador”.  Experimentó la Transverberación del Corazón, herida de amor en el Corazón por su Esposo. Cuando murió sacaron el corazón de Mariam para llevarlo al Carmelo de Pau, y vieron la herida física. (El corazón de Mariam, que se encontraba incorrupto, fue robado de su relicario en la capilla del Carmelo de Pau y fue lanzado al río, por lo que hemos perdido esta preciada reliquia. El Carmelo de Pau cerró en la década de 1960.)

Mariam siempre deseó que su corazón quedara en el añorado Carmelo de Pau, es así que a su muerte se lo extraen, verificándose que éste “estaba perforado, tenía la marca de una herida la cual podría haber sido hecha por una punta de acero…” estuvieron aquí presentes oficialmente el Obispo Valerga, algunos Sacerdotes y Hermanas, el cuerpo médico informó “que nunca ninguna enfermedad podría haber producido tal herida.”

Se le aparecieron una gran cantidad de Santos, entre ellos San Elías, el Santo Cura de Ars, San José, Santa Teresa entre otros.
María de Jesús Crucificado poseía el don de profecías en un grado extraordinario: en varios comunicados al Vaticano se pudo evitar tres atentados, predijo también la muerte del Papa Pío IX y el nombre de su sucesor el futuro León XIII por nombrar algunas de las cosas. Así como también profecías relativas a su vidan mí".

-Levitaciones la primera el 22 de junio de 1873, en el jardín del Carmelo de Pau, notando su ausencia en la cena, la Maestra de novicias comenzó a buscarla, otra Hermana escuchó una canción: "¡Amor, Amor!", miró hacia arriba y vio a la "pequeña" balanceándose sin ayuda en la cima de un árbol de lima. A la simple palabra de la Maestra, por obediencia descendió con "un rostro radiante". Fueron ocho las levitaciones contadas

María de Jesús Crucificado poseía el don de profecías en un grado extraordinario: en varios comunicados al Vaticano se pudo evitar tres atentados, predijo también la muerte del Papa Pío IX y el nombre de su sucesor el futuro León XIII por nombrar algunas de las cosas. Así como también profecías relativas a su vida.

Su doctrina sobre el Espíritu Santo. A pesar de que ella no tenía estudios y en sus escritos aparecen muchas faltas de ortografía, su doctrina del Espíritu Santo parece que la ha escrito el mejor de los teólogos. Sin duda es inspiración Divina

MARIA DE JESÚS CRUCIFICADO (1)

Una de las más preciosas perlas de Tierra Santa es María de Jesús Crucificado. No quiero dejar de aprovechar esta ocasión de presentar a todos, en grandes esbozos, su vida y su obra, a fin de que por su ejemplo podamos crecer en el amor a Dios,


Mariam nace el 5 de enero de 1846 en un pequeño pueblo del Norte de la Galilea llamado Abellin. Para sus padres George Baouardy y Mariam Chahyn el nacimiento de esta niña fue un milagro de Nuestra Santísima Madre a quien pidieron la bendición de un niño en la familia. Todos los niños nacidos hasta el momento habían muerto por uno u otro motivo. Es así que como respuesta llega María (Mariam), y como Dios no se deja ganar en generosidad llega también, dos años después, al feliz hogar, Pablo, en árabe Boulus. María y Pablo son bautizados y confirmados de acuerdo al rito Greco Católico.

Antes de que Mariam cumpliera los tres años de edad sus padres mueren, es así como una tía materna queda a cargo de Boulus y Mariam queda bajo la protección de su tío paterno.

Ya desde pequeña, Mariam sentía el llamado de Dios… “todas las cosas finalizan de este modo, pero si tú me das tu corazón, Yo estaré en ti para siempre”, ella esperaba con ansiedad recibir a Jesús Sacramentado, a quien tuvo la dicha de recibir a los doce años de edad, desde entonces se acercaba lo más frecuentemente posible a la Eucaristía y nunca dejó de recomendar la comunión diaria para las religiosas. No asistió a la escuela y esto no porque fuera incapaz de leer o escribir, sino que ya desde pequeña era costumbre que las niñas se ocuparan y aprendieran los oficios de la casa para en un futuro no muy lejano contraer matrimonio.

Corre el año 1878 cuando su tío decide trasladarse a Alejandría, Mariam tenía ocho años de edad. A los trece fue informada que prontamente debería comprometerse, pero Mariam rechaza esta idea inmediatamente para ser fiel a Aquel a quien había prometido su corazón.

Nada pudo cambiar su decisión: debido a esto su tío comenzó a tratarla duramente por varios meses, es así como decide buscar la ayuda de su hermano Boulus (tenía diez años de edad), a quien escribe un mensaje que sería llevado por un musulmán. Es invitada por esta familia a cenar, cuando en un momento determinado se comienza a tratar el tema de la religión, el fanático musulmán propone a María abandonar la fe Católica, ella por su parte responde enérgicamente: “¡Musulmana, nunca! Soy hija de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana y espero por la Gracia de Dios perseverar hasta la muerte en mi religión, la cual es la única verdadera.” En un momento de furia el musulmán la golpea con una cimitarra en el cuello, dejándola por muerta en un oscuro callejón. El martirio tomó lugar el 7 de septiembre del 1858.

Años más tarde a Mariam se le revela en una visión que estuvo clínicamente muerta, ella misma nos cuenta: “Me encontré en el Cielo. Vi a la bendita Virgen María, a los ángeles y los santos recibiéndome con gran amabilidad, también vi a mis padres en su compañía. Vi el brillante trono de la Santísima Trinidad y a Cristo Jesús en su Humanidad. No había sol, ni lámparas pues todo era brillante, con luz. Luego alguien me dijo: “Tu eres una virgen, pero tu libro no ha terminado”. Al volver en sí se encontró en una gruta, allí fue ayudada por una religiosa de hábito azul. Mas tarde en 1874 en la Fiesta de Nuestra Señora de la Natividad, dijo en un éxtasis: “En este mismo día estuve con mi Madre. En este mismo día consagré mi vida a María. Alguien me cortó el cuello, y al día siguiente María cuidó de mí.” La cicatriz tenía un largo de 10 cm y una profundidad de 1cm, examinada por un prestigioso médico, este le había dicho a la Maestra de Novicias que desde un punto de vista natural ella no podía estar viviendo”. Esta cicatriz en su cuello se convirtió en el signo exterior de su amor por la Santa Iglesia.


Después de esto Mariam no volvió a ver a su tío, pero seguía albergando en su corazón el deseo de ver a su hermano, es así como se embarca para Jaffa y desde allí peregrina a Jerusalén. En frente del Santo Sepulcro realiza su Voto de Castidad a la edad de quince años. En la Ciudad Santa es ayudada por un Padre Franciscano el cual le encuentra trabajo como doméstica en una buena familia del lugar. En ese ínterin Mariam fue arrestada, acusada de robo y llevada a prisión, hasta que se descubre al verdadero ladrón. Mariam vuelve feliz de haber pasado algún sufrimiento a imitación de Su Señor en su misma Tierra.

Nuevamente se embarca para San Juan de Acre, pero una tormenta desvía la embarcación hacia Beirut, allí continúa trabajando en el servicio doméstico. Una familia cuya hija vivía en Marseille invita a María a ir con ellos, llegando a Francia en Mayo de 1836 a la edad de 18 años. Es en este período donde María comienza a consolidar el deseo de su vocación.


Una primera tentativa fue su entrada a las Hermanas de San José, allí era llamada María “la pequeña árabe”. Vale la pena destacar su servicialidad constante, era muy apreciada por todas, siempre primera en ofrecerse para los trabajos y en su conducta resaltaba en especial su humildad.

Es en este período cuando comenzaron a vislumbrase los fenómenos místicos; por este motivo en el momento de la admisión al noviciado la votación resulta desfavorable para María, por el miedo de las religiosas a ser engañadas por una visionaria.

La Madre Verónica, de la misma Congregación, quien había obtenido el permiso de Roma para entrar a la Orden Carmelitana, propone a la joven ingresar juntas al Carmelo de Pau, llegando el 15 de junio del 1867, allí le es dado el hermoso nombre de María de Jesús Crucificado. La Madre Verónica nos da un hermoso perfil de esta pequeña hermana de veinte años, que considero importante transcribirlo: “Al verla no le daría mas de 12 años de edad. Su pequeña estatura, su rostro cándido, su dificultad de expresarse en nuestro lenguaje, su ignorancia de todas las cosas, pues no podía leer ni árabe ni francés, todo esto contribuía a que poseyera un carácter por así decirlo, similar al de una niña, era llamada por nosotras como “la pequeña Hermana”. Sorprendentemente unía esta simplicidad con una gran sabiduría y un elevado espíritu, juicio delicado, mucho discernimiento y la experiencia de una persona mayor. Si ella no poseía muchos talentos, no tardamos mucho tiempo en convencernos de que su corazón y su espíritu eran ricos con los regalos que se dan a las almas grandes.”


Los éxtasis comenzaron a suceder desde pequeña y desde su entrada en la vida religiosa fueron más frecuentes, podríamos decir casi diarios, “hay veces, decía, que no puedo hacer absolutamente nada, no importa lo que haga para prevenirlos, soy transportada cuando menos lo pienso, en otros momentos, puedo distraerme un poco en orden a no irme”, “siento como si el corazón se me abriera, como si hubiera una herida y tengo la certeza y la impresión de que Dios se mueve en mí”.

Las levitaciones fueron verificadas por primera vez el 22 de junio del año 1873 en el jardín del Carmelo de Pau, notando su ausencia en la cena, la Maestra de novicias comenzó a buscarla, otra Hermana escuchó una canción: “¡Amor, Amor!”, miró hacia arriba y vió a la “pequeña” balanceándose sin ayuda en la cima de un árbol de lima. A la simple palabra de la Maestra, por obediencia descendió con “un rostro radiante”. Fueron ocho las levitaciones contadas.

POESÍAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ

LLAMA DE AMOR VIVA

Canciones del alma en la íntima comunicación,
de unión de amor de Dios.


1. ¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

2. ¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando. muerte en vida la has trocado.

3. ¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!

4. ¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!




4. Coplas hechas sobre un éxtasis de harta contemplación.


Entréme donde no supe:
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

2. De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.

3. Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo.
toda ciencia trascendiendo.

4. El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y Su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

5. Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

6. Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

7. Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.

8. Y, si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.




5. Coplas del alma que pena por ver a Dios.

Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

1. En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.

2. Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

3. Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.

4. El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?

5. Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.

6. Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.

7. ¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.

8. Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?




6. Otras del mismo a lo divino.

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

1. Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.

2. Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

3. Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

4. Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.




7. Otras canciones a lo divino de Cristo y el alma.


1. Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.

2. No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.

3. Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

4. Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!

5. Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.




8. Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe.


Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
aunque es de noche.

1. Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

5. Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

7. El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

9. Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

10. Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

11. Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.