Aquí incluyo dos casos más recopilados por Starbuck, que muestra ante todo una intensa reacción emocional ante la idea o presencia de Dios:
«Una mañana que me encontraba muy deprimido, amedrentado porque en cualquier momento iría al infierno, me vi impelido a llorar seriamente para obtener misericordia y el Señor vino a consolarme liberando mi alma de la carga y la inhabilidad del pecado. Todo mi cuerpo temblaba, de la cabeza a los pies, y mi alma gozó de una dulce paz. El placer que sentí es indescriptible, la felicidad de tres días, durante los cuales no hablé a nadie de mis sentimientos.»
. «En un instante se elevó en mí la sensación de que Dios cuida de los que confían en él y durante una hora todo el mundo se tomó cristalino, el cielo era claro, me levanté de un salto y comencé a llorar y reír.» «Mis lágrimas de pena se transformaron en alegría, y alabé a Dios en un éxtasis de alegría tal que sólo lo pueden comprender quienes lo experimentan.» «No puedo expresar cómo me sentía. Era como si hubiese estado en un calabozo oscuro y saliera a la luz del sol. Grité y entoné alabanzas a Aquel que me amaba y me limpiaba de mis pecados. Me creí obligado a retirarme a un lugar secreto, ya que las lágrimas se deslizaban y no quería que los compañeros me vieran, y, al mismo tiempo, no podía conservarlo en secreto.» «Experimentaba alegría hasta las lágrimas.» «Sentía que mi cara debía brillar como la de Moisés, tenía una sensación general de flotar. Era la alegría más grande que nunca he tenido la suerte de experimentar.» «Lloraba y reía alternativamente. Tan ligero como si caminara en el aire. Sentía como si hubiese conseguido mis paz y felicidad de la que nunca hubiera podido esperar.»
Ambos testimonios, de los muchos que recogió Starbuck, muestran que el arrobamiento espiritual es y sigue siendo habitual.
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